jueves, 1 de junio de 2023

Constitucionalismo Soviético

Constitucionalismo Soviético (I). Fundamentos ideológicosescudo-urss-edificio

El nacimiento del constitucionalismo soviético

La Revolución Socialista de Octubre supuso el advenimiento de un Derecho constitucional distinto. Hasta 1917, el Derecho constitucional en Europa y América había seguido en su desarrollo una única línea paralela: la del Estado liberal.

Con la Revolución Socialista de Octubre se rompió por primera vez esa identidad entre constitucionalismo y liberalismo y comenzó a elaborarse un nuevo sistema constitucional sobre supuestos políticos e ideológicos diferentes a los del Estado liberal, como consecuencia de la irrupción de una nueva clase dirigente, la clase obrera.

En Rusia, el peso de una tradición jurídico-constitucional diferente a esa tradición liberal era mínimo. La cultura jurídica del Occidente liberal, en general, y sus elaboraciones constitucionales, en particular, apenas habían penetrado en el Imperio zarista hasta el mismo momento de la Revolución socialista.

Tras la Revolución de 1905 en Rusia, en 1906 hubo un intento de reforma constitucional muy limitado. Sin embargo, los poderes del Parlamento y los derechos individuales apenas llegaron a aplicarse, ni siquiera con las limitaciones con que estaban establecidos en esa normativa, por lo que el periodo 1905-1917 fue conocido como “una apariencia de constitucionalismo”. De ahí que la unidad del Imperio zarista seguía siendo en 1917 más un orden personal y religioso que un orden político y jurídico.

La formación del Derecho constitucional soviético tuvo lugar, por tanto, sin precedentes internos derivados de una tradición jurídica propia y sin precedentes exteriores, dada la voluntad de rompercon los modelos constitucionales dominantes.

Sólo podemos encontrar ciertas analogías con el constitucionalismo soviético en el constitucionalismo del breve periodo jacobino de la Revolución francesa, como consecuencia de la similitud en los métodos revolucionarios que se siguieron en ambos casos para la construcción de un nuevo Estado.

La singularidad del proceso constitucional soviético consiste en que aquel vacío de fundamentos jurídicos se trató de llenar mediante categorías normativas que eran, por una parte, deducciones de la teoría marxista y, por otra, respuestas a las peculiares necesidades revolucionarias de consolidación y extensión del Estado soviético.

Estos dos factores —ideológico e histórico— no tuvieron una influencia puramente acumulativa, sino que, como veremos a lo largo de una serie de artículos, se reforzaron mutuamente para el desarrollo de un orden constitucional no conocido a ese momento: el constitucionalismo socialista.

Presentamos de esta forma el primero de los tres artículos, Los fundamentos ideológicos del constitucionalismo soviético, para a partir de ahí, analizar dos momentos centrales: La Revolución Socialista de Octubre de 1917 y la Constitución de la RSFSR de 1918 para terminar con La Constitución de la URSS de 1924.

Los fundamentos ideológicos del constitucionalismo soviético

El Estado es, para el marxismo, una realidad histórica que corresponde a una sociedad dividida en clases antagónicas. En una sociedad capitalista, el Estado es para los marxistas, el instrumento político con el que las clases dominantes en cada momento histórico defienden su propiedad y sus intereses. No tiene el Estado, por tanto, un origen ajeno a la sociedad. Al contrario, es un resultado necesario de antagonismos sociales irreconciliables.

Para que estos antagonismos no acaban por disolver la sociedad misma es necesario, en efecto, un poder que, situándose por encima de ella, amortigüe el conflicto y estabilice las relaciones de dominación. Y así, concluirá Engels, aunque el poder político tenga su origen en la sociedad, acabará por colocarse encima de ella y por separarse cada vez más de la misma.

Si el Estado tiene su origen histórico en la lucha de clases, para que la cadena causal se complete, la teoría marxista concluye afirmando que la desaparición de las clases sociales abrirá un nuevo periodo de la historia, en el cual el Estado no será necesario, no tendrá razón de existir y, por consiguiente, desaparecerá. Y como las clases sociales tienen el fundamento de su existencia histórica en la propiedad privada de los medios de producción, la desaparición del Estado se conectará con la desaparición de esa apropiación privada de la riqueza social. En palabras de Engels:

“Cuando la sociedad sienta la necesidad de organizar de un modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre e igual de productores estará el Estado condenado a convertirse en un trasto viejo”.

La desaparición del Estado no es contradictoria para el marxismo, en especial para el leninismo, ya que considera la necesidad histórica, tras la destrucción del Estado burgués, de la extinción definitiva de cualquier forma estatal, que sólo se producirá a través de un periodo de transición: la dictadura del proletariado.

En esta etapa de transición, el proletariado se apoderó del aparato estatal y lo utilizará para dominar definitivamente a la burguesía y edificar un sistema socialista que haga desaparecer los fundamentos económicos de una sociedad dividida en clases. La homogeneidad social se presenta, por tanto, como el objetivo que justifica la dictadura del proletariado.

La revolución proletaria no implicaría, en definitiva, la desaparición inmediata del poder político. Sin embargo, para Marx estaba claro que no se trataba solamente de que el poder cambiase de manos y que el proletariado utilizará los mecanismos del Estado tal y como se configuraban en la sociedad capitalista. La dictadura del proletariado precisaría formas distintas, apropiadas al carácter del nuevo poder. Para Marx y para Engels, la revolución no sólo iba a suponer un cambio en la naturaleza del poder de dominio, sino también, como consecuencia de ese cambio, la creación de una máquina original de poder, todo lo cual conduciría a “una nueva metamorfosis del Estado”.

Sin embargo, en el momento que la Revolución Socialista de Octubre triunfa, la teoría marxista aún no ofrecía un modelo acabado de instituciones políticas y jurídicas. Marx tan sólo llegó a deducir algunos elementos válidos para esa organización a partir de la experiencia de la Comuna de París de 1871, los cuales serían recogidos y ampliados por Lenin en las vísperas de la Revolución de Octubre de 1917 con su obra El Estado y la revolución, aunque sin llegar tampoco a proponer un marco jurídico-político determinado.

La ausencia de una elaboración teórica previa se manifestó especialmente ante el problema que aquí nos ocupa: el de la formación de un nuevo Derecho Constitucional. Fue el propio Lenin quien justo después de la Revolución, planteó:

“La clase obrera, como cualquier otra clase tras la toma del poder, se disponía a consolidarlo mediante el cambio de relación respecto a la propiedad y mediante una nueva constitución”.

Para Lenin, la Constitución es un reflejo de la relación real de fuerzas en la lucha de clases, con lo que pretende superar la distinción idealista heredera de Kant, entre “el ser” de las estructuras de poder social y “el deber ser” de las estructuras normativas. Y la fusión de ambos planos en el Derecho Constitucional se correspondía con el objetivo marxista de salvar, mediante la dictadura del proletariado, la separación burguesa entre las instituciones estatales y la sociedad. Elemento central desde el que entender el desarrollo del constitucionalismo soviético: dar todo el poder político al proletariado.

De esta forma se abandona el constitucionalismo liberal, que se fundaba en la separación entre el Estado y la sociedad y cuyo objetivo decía controlar y reducir la expansión del poder para proteger “la libertad”. Para Lenin, esto no era más que un producto ideológico que persigue ocultar el verdadero motivo, que no era otro que defender la propiedad privada de cualquier control social.

Por el contrario, el nuevo Derecho Constitucional socialista reflejaba el proceso de identificación de lo político y lo social, de gobernantes y gobernados y, por ello, lejos de pretender limitar el nuevo poder proletario, la nueva constitución soviética se convierte en un instrumento al servicio de un poder único en manos de la clase trabajadora. El objetivo del Derecho Constitucional soviético sería traducir a normas la absorción de todos los poderes por parte de la nueva clase dirigente, la clase trabajadora, y el ejercicio del mismo a través de un nuevo tipo de órganos representativos populares.

La vigencia de la Constitución se va a valorar en la medida que sus normas fueran un reflejo de la realidad y es esta realidad la que modifica la Constitución, de tal forma que lo importante no son tanto las garantías formales de los derechos y libertades recogidos en ella, pues se considera que son las condiciones económicas, sociales y culturales garantizadas por el nuevo Estado socialista, las llamadas garantías materiales, las que realmente aseguren los efectos de tales derechos y libertades. De esta forma, para el Derecho Constitucional soviético, la Constitución no es sólo la norma rectora de la organización del Estado, sino también los fundamentos del sistema social y económico.

Si para el liberalismo la constitución se reduce, en último término, a un texto declarativo de valor puramente ideológico, un texto cuya razón de ser, es la de expresar los principios o ideas que rigen en la sociedad y en el Estado, sin mayor valor material; para el constitucionalismo soviético es precisamente esas garantías materiales de los derechos sociales, económicos y culturales su función principal.

Constitucionalismo soviético (II). De la Revolución de 1917 a la Constitución de 19181917

La Revolución de 1917 y la Constitución de la RSFSR de 1918

La situación creada en Rusia por la primera guerra mundial fue el caldo de cultivo de los acontecimientos revolucionarios que, en 1917, acabaron con el Imperio de los zares. En febrero de este año, las tropas se negaron a reprimir las acciones de masas que se habían iniciado en Petrogrado y la protesta se extendió a otras ciudades rusas, así como a las tropas que se hallaban en el frente. Como consecuencia de todo ello, el zar Nicolás II se vio obligado a abdicar y el poder fue asumido por un Gobierno provisional designado por la Duma, el Parlamento de la Carta otorgada de 1906.

Los partidos obreros no protagonizaron esta primera fase de la revolución. El Gobierno provisional fue presidido por el príncipe Lvov, que representaba a los sectores liberales de la Duma y su único ministro socialista era Kerenski. El objetivo de este Gobierno era la celebración de una asamblea que elaborase una constitución en la línea de los regímenes parlamentarios burgueses de Europa occidental. El Gobierno se proponía también continuar con la guerra al lado de los aliados a fin de proteger las fronteras rusas del avance alemán.

Por otra parte, la Revolución de Febrero dio lugar a la extensión de los soviets. Éstos, que se habían creado por primera vez en 1905 a modo de comités espontáneos para la huelga, renacieron en 1917, y aunque fue aumentando su extensión y su importancia como elementos del proceso revolucionario, continuaron siendo, en gran medida, asambleas informales cuyas funciones no estaban claramente definidas. Necesidades de coordinación determinaron que los soviets de base se convirtieran también en unidades electivas, a partir de los cuales se fue construyendo una organización democrática de carácter nacional. En cada nivel se elegían los representantes del nivel siguiente, partiendo de la aldea o de la ciudad, hasta llegar a la constitución del Congreso de Soviets de toda Rusia. Durante este periodo surgió una “dualidad de poderes” en Rusia: por una parte, el Gobierno provisional y, por otra, el sistema representativo de los soviets.

Los soviets, que fueron controlados en principio por los mencheviques y los social-revolucionarios, con una presencia de los bolcheviques minoritaria, comenzaron por apoyar proyectos del Gobierno provisional. Los bolcheviques, por el contrario, sostenían la necesidad de llevar la revolución hasta sus últimas consecuencias y de poner fin a la guerra a cualquier precio.

A partir de mayo de 1917 se incrementó la presencia de los mencheviques y de los social-revolucionarios en el Gobierno. Los bolcheviques se convirtieron entonces en el único partido que no estaba comprometido con la coalición liberal-socialista y que tenía la credibilidad de ofrecer una alternativa de paz inmediata, lo que le permitió ganar una rápida influencia en los soviets.

En el mes de julio fracasó el primer intento del partido bolchevique de alcanzar el poder mediante insurrección, aprovechando la decisión del Gobierno provisional de iniciar una gran ofensiva militar en el frente. La derrota de esta ofensiva provocó una crisis de gobierno y el nombramiento de Kerenski como primer ministro. De nuevo, a comienzos de octubre, el partido bolchevique intentó impulsar un levantamiento revolucionario organizado por el Soviet de Petrogrado bajo la dirección de Trotski. El levantamiento definitivo y victorioso tuvo lugar el 25 de octubre [7 de noviembre según el calendario actual]. Las tropas bolcheviques tomaban el Palacio de Invierno de la capital, último reducto del Gobierno de Kerenski.

La insurrección de Petrogrado coincidió con la reunión del II Congreso de los Soviets de toda Rusia, el cual declaró el paso de todo el poder en Rusia a los soviets. Al mismo tiempo, aprobó la formación de un Consejo de Comisarios del Pueblo (Sovnarkom), que, presidido por Lenin, haría las veces de primer Gobierno Obrero y Campesino, disponiendo de facultades legislativas bajo el control del Comité Ejecutivo Central del Congreso Panruso de los Soviets. El Congreso aprobó también un proyecto de paz con Alemania e inició, con un decreto sobre la expropiación de la gran propiedad agraria, una serie de medidas dirigidas a la nacionalización de los bienes de producción y a la organización socialista de la economía.

La primera constitución socialista del mundo

La nueva estructura de poder soviético tenía, sin embargo, carácter interino, a la espera de su refrendo por la Asamblea Constituyente, que había sido convocada por el Gobierno provisional en la fase burguesa y parlamentaria de la revolución que puso fin al régimen de los zares. Fue precisamente la negativa de la Asamblea a sancionar la Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado, lo que motivaría su disolución por los bolcheviques en enero de 1918.

Acto seguido, el III Congreso Panruso de los Soviets, celebrado a los pocos días de la disolución de la Asamblea, adoptó la Declaración de Derechos, aprobó la creación de la República Soviética Socialista Rusa “sobre la base de unión voluntaria de los pueblos de Rusia en forma de federación de Repúblicas soviéticas” y encargó al Comité Ejecutivo Central del Congreso que dispusiera la elaboración de un proyecto constitucional. Una comisión elaboró el proyecto, que fue presentado al V Congreso de los Soviets, reunido en los momentos que se iniciaba la guerra civil a raíz de movimientos contrarrevolucionarios en Moscú y otras ciudades rusas y apoyados por la intervención extranjera. El 10 de julio de 1918, el V Congreso aprobó por unanimidad el proyecto de Constitución, incorporando como preámbulo la Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado. Quedaba así aprobada la primera constitución socialista de la historia, la Constitución de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia de 1918.constitucion-rsfsr-1918

En todo este proceso constituyente se reflejó, en primer término, la oposición entre quienes concebían la revolución como un primer avance que debía continuarse en la desaparición del Estado, criticando la Constitución como una manifestación típicamente burguesa; y quienes sostenían, por el contrario, la necesidad inmediata de un fortalecimiento del nuevo poder político. La fórmula resultante fue claramente favorable a los segundos, al reforzar el papel del Estado como medida temporal de transición del régimen burgués al socialista.

Así según la Constitución, su tarea principal era la afirmación de “la dictadura del proletariado urbano y rural y del campesinado pobre”. La dictadura y, en consecuencia, también la propia Constitución, se justificaba como un instrumento provisional “con el propósito de aplastar completamente a la burguesía, de abolir la explotación del hombre por el hombre y de establecer progresivamente el socialismo, en el que no habrá división de clases ni poder del Estado”.

Sin embargo, el establecimiento del socialismo solo era posible, en aquellos momentos, como un fenómeno internacional. De ahí que el carácter provisional de la Constitución se acentuara al afirmar que la federación rusa no era sino el primer paso hacia la victoria completa del proletariado internacional y hacia la formación de una federación mundial de repúblicas socialistas.

La dictadura del proletariado se articulaba en Rusia, según la Constitución de 1918, a partir de los soviets, los cuales existían como ya como organismos populares de la revolución antes de convertirse en órganos constitucionales de poder. En ellos había vislumbrado Lenin, siguiendo el modelo de la Comuna de París propuesto por Marx, el elemento que permitiría construir un nuevo tipo de Estado, en el cual se realizaría la identidad entre gobernantes y gobernados, desapareciendo las diferencias y la separación entre ambos que habían originado el burocratismo burgués.

La Declaración de Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado y la Constitución así lo refrendaron al declarar a Rusia constituida en República de los Soviets, en cuyo territorio tanto el poder central como el local pertenecían en su plenitud a los soviets de diputados de obreros, soldados y campesinos.

Los soviets se consideraban como el instrumento propio de los trabajadores rusos: lo habían utilizado para la conquista del poder y lo seguían utilizando para disponer de todo el poder en la transición hacia el socialismo. Esto quiere decir que, en el nuevo sistema de representación de intereses a través de los soviets, habría de excluirse la participación de aquellos sectores sociales y económicos contra los que iba dirigida la dictadura del proletariado y cuya desaparición definitiva era necesaria para alcanzar el socialismo.

La Constitución quiso ser consecuente con este carácter de los soviets y estableció la exclusión del sufragio para elegir a sus diputados respecto de algunas categorías de ciudadanos, como los rentistas, los que empleaban mano de obra asalariada, los comerciantes privados, los monjes y sacerdotes y los agentes de la Policía zarista. El reconocimiento de los derechos políticos se limitaba en la Constitución a los que “se ganaban la vida produciendo o con un trabajo socialmente útil”. Dentro de estas clases trabajadoras se establecía, además, el reconocimiento del proletariado industrial y urbano como el sector rector de la sociedad soviética: para los congresos, los soviets de las ciudades elegirían un diputado cada 25.000 electores, mientras que los soviets rurales lo harían cada 125.000.

La Constitución recogió, asimismo, disposiciones cuya finalidad era procurar la unión de gobernantes y gobernados a través de la organización soviética. Entre ellas pueden mencionarse:

  1. La elección de cada diputado de los soviets locales por un número muy pequeño de electores (1 cada 50-500 electores).

  2. La corta duración del mandato de los diputados: un año en los soviets locales y lo que durasen las sesiones en los congresos de soviets.

  3. La vinculación de los diputados a las instrucciones que recibiesen de sus electores.

  4. El deber de rendir cuentas de la ejecución del mandato.

  5. La posibilidad de que el mandato fuera revocado en cualquier momento por parte de los electores.

Con estas disposiciones adquirían por primera vez en la historia reconocimiento constitucional efectivo los derechos sociales y laborales y la democracia directa, expresión material de un acontecimiento único hasta ese momento: el surgimiento del primer Estado obrero y campesino de la historia.

Constitucionalismo soviético (III). La primera Constitución de la URSSurss-simbolos-2

LA CONSTITUCIÓN DE LA URSS DE 1924: DE LA UNIÓN FEDERAL AL SOCIALISMO EN UN SOLO PAÍS

La Revolución Socialista de 1917, la derrota militar en la Primera Guerra Mundial y la Guerra civil habían liquidado el Imperio multinacional de los zares. Así, la vigencia de la Constitución de 1918 estuvo limitada a los territorios de la Rusia Central, los cuales, según vimos, fueron considerados a partir de la toma del poder de los soviets y del Partido bolchevique, como los elementos integrantes de un sistema federal: la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR).

El programa del Partido bolchevique contemplaba la autodeterminación de las nacionalidades que componían el imperio de los zares, con el deseo de que se mantuvieran dentro del nuevo sistema político. La fórmula que se halló fue la federal, objetivo principal de la nueva Constitución de 1924.

Aunque la Constitución de la RSFSR de 1918 había establecido el principio federal, no precisaba cuáles eran las unidades territoriales que formaban la federación ni contenía el sistema de competencias al que ésta se ajustaba. Hay que tener en cuenta que, en los días en los que se elaboró la Constitución rusa, los límites que alcanzaría el nuevo poder soviético eran todavía una interrogante. Apenas un territorio formado entre Moscú y Petrogrado era todo lo que los bolcheviques controlaban de manera efectiva. Por ello, el principio federal no pudo ser más que un principio constitucional abierto a un incierto desarrollo futuro.

De las Repúblicas independientes a que dio origen el hundimiento del imperio, algunas, como Finlandia, Polonia y los Estados Bálticos (éstos últimos se incorporarán a la URSS como repúblicas federadas en 1940), acabaron manteniendo su independencia con un régimen distinto al soviético. En otras, como en Ucrania, Bielorrusia o las Repúblicas de Transcaucasia (Georgia, Azerbaiyán y Armenia), se establecieron gobiernos de obreros y campesinos que se dotaron de constituciones que seguían el modelo ruso de 1918. Entre estas últimas Repúblicas y la RSFSR se fue tejiendo, a partir de 1919, una alianza o “confederación de guerra”; en virtud de varios tratados que crearon administraciones comunes en materias vitales —Ejército, economía y finanzas, comunicaciones y trabajo— para la resistencia en el frente a la ofensiva contrarrevolucionaria.

Una vez finalizada la guerra civil, se mantuvo la tendencia hacia la unificación, la cual se vio favorecida, especialmente, por la unidad de organización del Partido bolchevique en todas las Repúblicas soviéticas. Esta tendencia desembocó, en diciembre de 1922, en la firma de un tratado en el que los delegados de las repúblicas rusa, ucraniana, bielorrusa y transcaucasiana acordaron la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y fijaron las líneas principales para elaborar una Constitución federal. El 6 de julio de 1923, el Comité Ejecutivo Central del nuevo Congreso de los Soviets de toda la Unión aprobó un proyecto que entró en vigor inmediatamente, aunque su ratificación definitiva por el Congreso tuvo lugar el 31 de enero de 1924.

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Documento original de la Declaración y Acuerdo de Formación de la URSS firmado por las repúblicas socialistas soviéticas de Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Transcaucasia en 1922. [Clic para ampliar]

El nuevo sistema federal era un sistema complejo de autonomías de distinto rango y competencias. En un primer momento, y dada la tradición contraria del marxismo al federalismo, el Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades (Narcomantas), cuyo titular era Stalin, había emprendido una política que tenía por objetivo la integración de todos los grupos nacionales no rusos en el esquema federal de la RSFSR. Por esta vía, la RSFSR llegó a incorporar más de veinte unidades territoriales, dentro de las cuales se distinguía entre repúblicas socialistas autónomas y regiones autónomas, según fuera su grado de autogobierno. Sin embargo, la resistencia de algunas nacionalidades a la integración en la RSFSR determinó que siguiera, por medio de tratados entre la RSFSR y otras repúblicas consideradas independientes e iguales entre sí, la fórmula de una unidad federal superior. Así, según la Constitución de 1924, la URSS aparecía como un Estado federal compuesto por tres tipos de entidades diferentes: repúblicas federadas —algunas como la RSFSR y Transcaucasia tenían ya el carácter de una federación—, repúblicas autónomas y regiones autónomas.

En la Constitución de 1924, la autoridad suprema se siguió asignando al Congreso de los Soviets. Sin embargo, la progresiva pérdida de importancia que venía experimentado dicho órgano ya en la Constitución anterior, llevó a una transferencia de poderes al Comité Ejecutivo Central de los Soviets, cuyo número de miembros había aumentado hasta trescientos.

Una de las novedades de la Constitución de 1924 fue establecer la división del Comité Ejecutivo Central en dos cámaras: El Consejo de la Unión y el Consejo de las Nacionalidades. El primero se componía de 371 miembros, elegidos por el Congreso de toda la Unión entre los representantes de las repúblicas federadas en número proporcional a su población. El Consejo de las Nacionalidades, que ya existía desde 1920 como un órgano mediante el cual representantes de las nacionalidades que iban integrándose en la RSFSR podían controlar el Narkomnats, estaría compuesto por 131 delegados, cinco de cada república federada autónoma y uno de cada región autónoma, elegido por los comités ejecutivos de las repúblicas o regiones, independientemente de su población. Ambas cámaras compartían en pie de igualdad los poderes del Comité Ejecutivo Central, cuyos actos precisarían el acuerdo por separado de las dos asambleas. En caso de diferencias que no pudieran solucionarse mediante una sesión conjunta, la decisión final correspondería al pleno del Congreso de los Soviets de la Unión.

Otra novedad de la Constitución de 1924 fue la aparición en ella de la figura del Presidium del Comité Ejecutivo Central, compuesto por la mesa de ambas cámaras y nuevo miembros más elegidos en sesión conjunta. La figura del Presidium había surgido, ante el crecimiento del Comité Ejecutivo Central, como una delegación informal y permanente de éste, a fin de asumir sus funciones en los intervalos entre sus sesiones. Con este carácter de “órgano supremo del poder legislativo, ejecutivo y judicial de la URSS”, se había definido en enmiendas constitucionales aprobadas en el VII y VIII Congreso de los soviets y recogido por la Constitución de 1924. Asimismo, su presidente, comenzaría a desempeñar algunas funciones de representación propias de un jefe de Estado.

El Consejo de Comisarios del Pueblo también se vio afectado en su estructura por el nuevo reparto federal de competencias entre la Unión y las repúblicas federadas. En este caso, la Constitución utilizó como modelo el sistema de división tripartita entre los comisarios del pueblo de la URSS y los de las repúblicas. En primer lugar, se establecieron cinco comisariados federales para aquellas materias que eran competencia exclusiva de la Unión (asuntos exteriores, ejército, comercio exterior, transportes, correos y telégrafos). El segundo nivel era el de los comisariados unificados, los cuales existían tanto en la Unión como en las distintas repúblicas, para las materias en que éstas tenían la competencia y la responsabilidad de la ejecución de las decisiones tomadas por la autoridad federal (economía y finanzas, suministros, trabajo, inspección obrera y campesina y Administración Política Unificada del Estado, conocida como OGPU, cuyo origen parte de la Tcheka). Finalmente, había comisariados del pueblo que solo existían en las Repúblicas, en materias que eran de su competencia exclusiva (asuntos interiores, justicia, educación, sanidad, seguridad social y nacionalidades); aunque la Unión se reservaba la posibilidad de establecer bases legislativas comunes. El control y la vigilancia por parte de los comisariados de la Unión quedaba en todo caso garantizados mediante la posibilidad que mantenían de nombrar delegados en el Sovnarkom de cada República.

Por último, el deseo de salvaguardar el compromiso federal entre las distintas nacionalidades de la URSS, determinó que apareciese el embrión de un sistema de protección o garantía formal de la legislación constitucional, a través de la incorporación en el texto de 1924 de un sistema de control de la constitucionalidad.

El socialismo en un solo país y el principio de legalidad

Tras la muerte de Lenin, el debate sucesorio tuvo un carácter de debate ideológico sobre el rumbo que debía tomar la construcción del socialismo en la URSS. Algunos dirigentes como Trotski o Zinoviev, sostenían que la revolución de 1917 había sido un “accidente histórico” de acuerdo con las enseñanzas del marxismo y que el éxito final del socialismo solo sería posible si se realizaba a escala internacional y, en primer término, en las sociedades industriales avanzadas. Frente a ellos, la mayoría de los dirigentes del Partido, entre los que destacaba Stalin, defendieron las tesis de que era posible la edificación del socialismo en un solo país; cuando éste, como era el caso de la Unión Soviética, contaba con recursos suficientes para mantener una economía territorializada.

Para Stalin era vana la esperanza, al menos al corto plazo, de que el socialismo se pudiese expandir tras el fracaso de la revolución en Alemania y Hungría. En esta situación, la URSS, según Stalin, debía aumentar su poder, acelerar su industrialización a través de los planes quinquenales y la colectivización de la agricultura, hasta consolidar su posición y servir así de ejemplo a otros países. El éxito del socialismo en la Unión Soviética, se concebía como la condición para la revolución mundial y no al revés. De la tesis sobre el socialismo en un solo país derivada lógicamente otra sobre el reforzamiento estatal y jurídico.

Ambos procesos complementarios —el de la construcción del socialismo en un solo país y del reforzamiento del Estado y del Derecho— se reflejaron en la Constitución de 1936, con la que se consolidarían los principios políticos emanados de la Revolución Socialista de Octubre.


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