martes, 27 de mayo de 2025

Análisis Filosófico De La Justicia Comunitaria Campesina En Colombia

Análisis Filosófico De La Justicia Comunitaria Campesina En Colombia Desde La Perspectiva De Karl Marx, Mijaíl Aleksándrovich Bakunin, Jacques Marie Émile Lacan, Orlando Fals Borda, Camilo Alberto Borrero García


Cristian Beltrán Barrero


Karl Marx


El pensamiento filosófico de Karl Marx (1818-1883), centrado en la lucha de clases, la crítica al capitalismo y la transformación revolucionaria hacia una sociedad sin clases, ofrece un marco teórico potente para analizar las dinámicas de justicia comunitaria, y en particular la justicia campesina en Colombia. Aunque Marx no abordó específicamente la justicia comunitaria o campesina, su análisis del capitalismo, la propiedad privada y las relaciones de producción, junto con su visión de la emancipación colectiva, puede aplicarse al contexto colombiano, donde las comunidades campesinas han desarrollado sistemas de justicia propios en respuesta a la exclusión, el despojo territorial y la violencia. A continuación, se explora cómo el pensamiento marxista se enmarca en estas dinámicas, considerando las particularidades históricas y sociales de Colombia.


Lucha De Clases Y Justicia Campesina


El núcleo del pensamiento de Marx, articulado en obras como El Manifiesto Comunista (1848) y El Capital (1867), es la lucha de clases como motor de la historia. Marx identifica al capitalismo como un sistema que genera desigualdad mediante la explotación de la clase trabajadora por la burguesía, particularmente a través de la apropiación de la plusvalía. En el contexto rural colombiano, esta perspectiva ilumina las tensiones entre los campesinos (como clase trabajadora) y las élites terratenientes, empresas agroindustriales o multinacionales extractivas, que concentran la tierra y los recursos.


La justicia campesina, entendida como los mecanismos comunitarios para resolver conflictos (como disputas por tierras, recursos o convivencia), puede interpretarse desde una perspectiva marxista como una forma de resistencia de clase. En Colombia, las comunidades campesinas han enfrentado históricamente el despojo de tierras, primero por el latifundio colonial y luego por la acumulación capitalista durante el siglo XX y el conflicto armado. Sistemas de justicia campesina, como asambleas comunitarias o mediaciones para resolver conflictos agrarios, reflejan una lucha por defender los medios de producción (la tierra) y establecer normas que contrarresten la lógica capitalista de acumulación. Desde el punto de vista de Marx, estas prácticas son expresiones de la agency de los campesinos para desafiar la dominación de clase y construir relaciones sociales más equitativas dentro de sus comunidades.


Crítica A La Propiedad Privada Y Conflictos Agrarios


Marx argumentó en El Capital que la propiedad privada de los medios de producción es la base de la explotación capitalista, particularmente en el campo, donde la acumulación originaria despojó a los campesinos de sus tierras, convirtiéndolos en proletarios. En Colombia, el problema agrario, marcado por la concentración de la tierra en manos de élites y el desplazamiento forzado de campesinos, es un ejemplo claro de este proceso. La justicia campesina surge en este contexto como un mecanismo para abordar conflictos derivados del despojo y la desigualdad en el acceso a la tierra.


Por ejemplo, en movimientos campesinos como los de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) en los años 70 o las recuperaciones de tierras en regiones como el Urabá, las comunidades han utilizado la justicia comunitaria para mediar disputas por límites territoriales, establecer normas de uso colectivo de la tierra y resistir la intervención de actores externos (terratenientes, empresas o el Estado). Desde una perspectiva marxista, estas prácticas desafían la propiedad privada al priorizar el uso comunal de la tierra y la justicia social sobre los intereses capitalistas. Marx vería en la justicia campesina un germen de relaciones de producción alternativas, alineadas con su idea de una sociedad comunista donde los medios de producción son colectivizados.


El Estado Como Instrumento De La Burguesía


Marx sostenía que el Estado no es neutral, sino un instrumento de la clase dominante para perpetuar sus intereses. En La ideología alemana (1846), él y Engels argumentan que las leyes y el sistema judicial sirven para mantener el orden capitalista. En Colombia, el sistema judicial estatal ha sido históricamente inaccesible para los campesinos, lento y a menudo cómplice de los intereses de las élites agrarias o las empresas extractivas. Esta exclusión ha llevado a las comunidades rurales a desarrollar sistemas de justicia propios, como la conciliación en equidad o las asambleas comunitarias, que operan al margins del derecho estatal.


Desde el pensamiento marxista, la justicia campesina representa una forma de resistencia al Estado burgués, al establecer normas y prácticas que priorizan las necesidades de la comunidad sobre las leyes que protegen la propiedad privada y el capital. Por ejemplo, en zonas afectadas por el conflicto armado, las comunidades campesinas han resuelto conflictos internos (como robos o disputas familiares) mediante acuerdos comunitarios, evitando el sistema judicial estatal, que a menudo criminaliza a los campesinos o ignora sus realidades. Marx interpretaría estas prácticas como un paso hacia la autonomía de clase, aunque señalaría la necesidad de conectarlas con una lucha revolucionaria más amplia para transformar las estructuras capitalistas.


Conciencia De Clase Y Organización Comunitaria


Marx enfatizó la importancia de la conciencia de clase para que los oprimidos reconozcan su explotación y se organicen para transformarla. En La guerra civil en Francia (1871), alabó la Comuna de París como un ejemplo de autoorganización proletaria. En Colombia, la justicia campesina puede verse como una expresión de conciencia de clase, ya que las comunidades rurales, al enfrentar el despojo, la violencia y la marginalización, desarrollan sistemas normativos que reflejan sus valores de solidaridad y equidad.


Las prácticas de justicia campesina, como las asambleas para resolver conflictos o los procesos de mediación liderados por líderes comunitarios, fortalecen la organización colectiva y la cohesión social, elementos que Marx consideraba esenciales para la lucha revolucionaria. En regiones como el Cauca o el Catatumbo, donde los campesinos han resistido la violencia de actores armados y el extractivismo, la justicia comunitaria no solo resuelve disputas, sino que refuerza la identidad colectiva y la resistencia frente a las fuerzas capitalistas. Desde una perspectiva marxista, estas prácticas son un paso hacia la construcción de un poder popular que desafíe el orden establecido, aunque Marx probablemente criticaría su carácter local si no se articulan con un movimiento revolucionario más amplio.


Pluralismo Jurídico Y Contradicciones


Aunque Marx no abordó explícitamente el pluralismo jurídico, su análisis de las superestructuras (como el derecho) como reflejo de las relaciones de producción puede aplicarse a la coexistencia de sistemas jurídicos en Colombia. La justicia campesina, como sistema normativo paralelo al derecho estatal, desafía la hegemonía del derecho burgués al proponer normas basadas en la equidad y la colectividad. Sin embargo, Marx podría ver una contradicción en estas prácticas si no se orientan hacia la abolición del capitalismo, ya que, desde su perspectiva, las reformas locales no son suficientes para superar las estructuras de explotación.


En Colombia, el reconocimiento constitucional de la diversidad cultural y los sistemas jurídicos propios (Constitución de 1991) ha permitido que la justicia campesina coexista con el derecho estatal, pero a menudo bajo tensiones. Marx interpretaría esta coexistencia como una expresión de las contradicciones del capitalismo, donde el Estado concede ciertas autonomías para apaciguar las luchas populares sin alterar las relaciones de producción. No obstante, la justicia campesina, al priorizar la reparación y la solidaridad sobre el castigo, refleja valores que podrían alinearse con la visión marxista de una sociedad comunista sin clases.


Justicia Campesina En El Contexto Del Conflicto Armado


El conflicto armado colombiano, con raíces en la desigualdad agraria, es un escenario donde el pensamiento de Marx cobra relevancia. En La cuestión agraria (1899), Engels (basado en Marx) destacó el papel de los campesinos en las luchas revolucionarias, aunque Marx veía al proletariado urbano como la vanguardia. En Colombia, las comunidades campesinas, desplazadas por la violencia de terratenientes, paramilitares y el Estado, han utilizado la justicia comunitaria para mantener la cohesión social y resistir la imposición de normas externas, como las de grupos armados.


Por ejemplo, en zonas donde el Estado estaba ausente, las comunidades campesinas desarrollaron sistemas de justicia para sancionar conductas disruptivas, mediar conflictos por recursos o protegerse de actores armados. Estas prácticas, desde una perspectiva marxista, son formas de resistencia de clase que desafían tanto al Estado burgués como a las lógicas de acumulación capitalista impuestas por actores armados al servicio de élites. En el contexto pos-Acuerdos de Paz (2016), la justicia campesina sigue siendo crucial para implementar la Reforma Rural Integral y abordar conflictos derivados del retorno de desplazados, un proceso que Marx vería como parte de la lucha por transformar las relaciones de producción en el campo.


Limitaciones Y Contextualización


Aplicar el pensamiento de Marx a la justicia campesina en Colombia requiere considerar varias limitaciones. Primero, Marx centró su análisis en el proletariado industrial, subestimando a veces el potencial revolucionario de los campesinos, a quienes veía como una clase fragmentada. En Colombia, sin embargo, los campesinos han sido actores clave en las luchas sociales, lo que exige adaptar la teoría marxista a un contexto agrario y poscolonial. Segundo, la visión de Marx de una revolución total para abolir el Estado y el capitalismo puede entrar en tensión con la naturaleza pragmática de la justicia campesina, que a menudo busca soluciones locales sin aspirar a una transformación sistémica inmediata. Finalmente, la presencia de actores armados no estatales (guerrillas, paramilitares) complica la autonomía de las comunidades, un aspecto que Marx no contempló en profundidad.


Aun así, el marco marxista ofrece una lente poderosa para entender la justicia campesina como una práctica de resistencia contra la explotación capitalista y la dominación estatal, con un potencial emancipador al fortalecer la organización colectiva y desafiar las desigualdades estructurales.


Relevancia En El Contexto Actual


En el Colombia contemporáneo, donde persisten la concentración de la tierra, la violencia contra líderes campesinos y la exclusión del sistema judicial, el pensamiento de Marx ilumina la justicia campesina como una herramienta de lucha de clases. Su énfasis en la collectivización y la abolición de la propiedad privada apoya las demandas campesinas por la redistribución de la tierra y la autonomía territorial. Además, su visión de la autoorganización proletaria inspira iniciativas de justicia comunitaria que buscan construir poder popular en el campo, como las redes de mediadores o las asambleas regionales en zonas de posconflicto. La justicia campesina, en este sentido, no solo resuelve conflictos, sino que contribuye a la construcción de un proyecto emancipador alineado con los ideales marxistas de una sociedad sin clases.


Síntesis


El pensamiento filosófico de Karl Marx se enmarca en las dinámicas de justicia campesina en Colombia como una práctica de resistencia de clase contra la explotación capitalista y la dominación estatal. Su crítica a la propiedad privada y al Estado burgués resuena con los esfuerzos de las comunidades campesinas para proteger la tierra y resolver conflictos mediante normas colectivas que priorizan la equidad y la solidaridad. La justicia campesina, al operar al margen del derecho estatal, refleja la conciencia de clase y la autoorganización que Marx consideraba esenciales para la emancipación. En el contexto del conflicto armado y el posconflicto colombiano, estas prácticas desafían las desigualdades agrarias y fortalecen el poder popular, aunque su alcance local requiere articularse con luchas más amplias para cumplir el ideal marxista de una transformación revolucionaria. El marco marxista destaca el potencial de la justicia campesina como un paso hacia relaciones de producción más justas, en línea con la visión de una sociedad comunista.


Mijaíl Aleksándrovich Bakunin


El pensamiento filosófico de Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (1814-1876), uno de los principales teóricos del anarquismo, se centra en la libertad individual, la abolición del Estado, el rechazo a toda forma de autoridad jerárquica y la promoción de la autoorganización colectiva. Su visión anarquista, basada en la cooperación voluntaria, la federación de comunidades autónomas y la justicia social, tiene resonancias con las dinámicas de justicia comunitaria, incluyendo la justicia campesina en Colombia, aunque su aplicación debe contextualizarse debido a las particularidades históricas y culturales del caso colombiano. A continuación, se explora cómo las ideas de Bakunin pueden enmarcarse en estas dinámicas, considerando su énfasis en la autonomía, el antiautoritarismo y la acción colectiva.


Autonomía Y Rechazo Al Estado En La Justicia Campesina


Bakunin argumentaba que el Estado, como institución centralizada y coercitiva, es inherentemente opresivo y perpetúa desigualdades al servir a las élites. En su obra Estatismo y anarquía (1873), sostiene que la verdadera justicia solo puede lograrse mediante la autoorganización de las comunidades, libres de la imposición estatal. Este principio es directamente relevante para la justicia campesina en Colombia, donde las comunidades rurales, históricamente marginadas y afectadas por el conflicto armado, han desarrollado sistemas normativos propios para resolver conflictos ante la ausencia o ineficacia del Estado.


En Colombia, la justicia campesina, como las asambleas comunitarias o las mediaciones lideradas por líderes locales, refleja la autonomía bakuninista al basarse en normas consuetudinarias y acuerdos colectivos que priorizan la equidad y la cohesión social sobre las leyes estatales. Por ejemplo, en regiones como el Cauca o el Magdalena Medio, las comunidades campesinas han resuelto disputas por tierras o conflictos vecinales mediante diálogos participativos, prácticas que resuenan con la idea de Bakunin de una justicia emanada desde abajo, sin intervención de autoridades externas. Su rechazo al derecho estatal como herramienta de dominación de clase encuentra eco en la desconfianza de los campesinos colombianos hacia un sistema judicial percibido como elitista, inaccesible o cómplice de los terratenientes.


Cooperación Voluntaria Y Comunidad En La Justicia Campesina


Bakunin enfatizaba la importancia de la cooperación voluntaria y la solidaridad como pilares de una sociedad libre. En Dios y el Estado (1871), aboga por una organización social basada en federaciones de comunidades autónomas que se autogobiernan a través de la participación directa. Este modelo se alinea con las dinámicas de la justicia campesina, que en Colombia se caracteriza por la participación activa de la comunidad en la resolución de conflictos, a menudo a través de círculos de diálogo, asambleas o conciliaciones en equidad.


Por ejemplo, las prácticas de justicia campesina en comunidades como las de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) durante los años 70, o en zonas de resistencia agraria contemporáneas, reflejan el espíritu bakuninista de la autoorganización. Estas comunidades resuelven conflictos (como disputas por límites de tierras o problemas de convivencia) mediante acuerdos consensuados que respetan los valores y necesidades locales, evitando la coerción estatal o la lógica punitiva. La idea de Bakunin de que la justicia debe surgir de la voluntad colectiva, y no de la imposición, encuentra un paralelo en estas prácticas, donde el objetivo es reparar el daño y fortalecer las relaciones comunitarias.


Crítica Al Capitalismo Y Lucha Por La Tierra


Bakunin veía el capitalismo como una forma de explotación que, en alianza con el Estado, despoja a los trabajadores y campesinos de sus medios de producción. En La Comuna de París y la noción del Estado (1871), defiende la collectivización de la tierra y los recursos como base para una sociedad igualitaria. En Colombia, la justicia campesina está intrínsecamente ligada a la lucha por la tierra, un tema central en el conflicto armado y las dinámicas agrarias. Las comunidades campesinas han enfrentado el despojo por parte de terratenientes, empresas extractivas y actores armados, lo que las ha llevado a crear mecanismos de justicia para proteger sus derechos territoriales y resolver conflictos derivados de la tenencia de la tierra.


El pensamiento de Bakunin apoyaría estas luchas al considerar que la justicia campesina no solo resuelve disputas, sino que desafía las estructuras de poder capitalistas que perpetúan la desigualdad. Por ejemplo, en procesos de recuperación de tierras liderados por comunidades campesinas en el Urabá o el Meta, la justicia comunitaria ha servido para mediar entre las partes, establecer normas de uso colectivo de la tierra y resistir la intervención estatal o privada. La visión bakuninista de una sociedad sin clases, donde la tierra pertenece a quienes la trabajan, refuerza la legitimidad de estas prácticas como expresiones de justicia social.


Antiautoritarismo Y Resistencia Al Poder Externo


El antiautoritarismo de Bakunin, que rechaza cualquier forma de dominación (estatal, religiosa o económica), es particularmente relevante en el contexto colombiano, donde las comunidades campesinas han enfrentado la imposición de normas por parte de actores externos, como el Estado, grupos armados o multinacionales. En Cartas a un francés sobre la crisis actual (1870), Bakunin aboga por la resistencia popular y la organización desde abajo para derrocar las estructuras opresivas.


En Colombia, la justicia campesina surge como una forma de resistencia a estas imposiciones. Durante el conflicto armado, en zonas controladas por guerrillas o paramilitares, las comunidades campesinas a menudo desarrollaron sistemas de justicia propios para mantener la cohesión social y protegerse de la violencia externa. Estas prácticas, como las asambleas para mediar conflictos o sancionar conductas disruptivas, reflejan el principio bakuninista de que las comunidades deben autogobernarse sin depender de autoridades externas. Incluso en el contexto pos-Acuerdos de Paz (2016), la justicia campesina sigue siendo un mecanismo de resistencia frente a la falta de implementación de la Reforma Rural Integral y la persistencia del despojo territorial.


Pluralismo Jurídico Y Federación Comunitaria


Bakunin proponía una sociedad organizada en federaciones de comunidades autónomas, unidas por la cooperación voluntaria, donde cada comunidad establece sus propias normas sin someterse a un poder central. Este modelo de pluralismo jurídico se conecta con la justicia campesina en Colombia, que opera como un sistema normativo paralelo al derecho estatal, basado en las costumbres, valores y necesidades de las comunidades rurales.


En Colombia, el reconocimiento constitucional de la diversidad cultural y los sistemas jurídicos propios (Constitución de 1991) ha permitido que las prácticas de justicia campesina coexistan con el derecho estatal, aunque con tensiones. El pensamiento de Bakunin, que rechaza la uniformidad impuesta por el Estado, apoyaría esta pluralidad, viendo en la justicia campesina un ejemplo de cómo las comunidades pueden autogestionar sus conflictos sin necesidad de un sistema judicial centralizado. Su idea de federaciones comunitarias también podría inspirar modelos de articulación entre comunidades campesinas para fortalecer sus sistemas de justicia, como redes de mediadores o asambleas regionales.


Limitaciones Y Contextualización


Aunque las ideas de Bakunin son aplicables a la justicia campesina, su pensamiento debe contextualizarse en el caso colombiano. Primero, Bakunin no abordó específicamente las dinámicas campesinas en contextos coloniales o poscoloniales, como los de América Latina, donde las comunidades rurales enfrentan legados de colonialismo, racismo y extractivismo. Segundo, su rechazo absoluto al Estado podría entrar en tensión con las realidades colombianas, donde las comunidades campesinas a veces buscan el reconocimiento estatal para proteger sus derechos territoriales o acceder a recursos. Finalmente, la presencia de actores armados no estatales (guerrillas, paramilitares) en Colombia complica la autonomía comunitaria idealizada por Bakunin, ya que estas comunidades han tenido que negociar su justicia en contextos de violencia.


Aun así, el espíritu bakuninista de resistencia, autoorganización y solidaridad ofrece un marco filosófico poderoso para entender la justicia campesina como una práctica de emancipación. Su énfasis en la acción directa podría interpretarse en las ocupaciones de tierras o las movilizaciones campesinas que han acompañado los procesos de justicia comunitaria en Colombia.


Relevancia En El Contexto Actual


En el Colombia pos-Acuerdos de Paz, donde persisten desafíos como el despojo de tierras, la violencia contra líderes campesinos y la exclusión del sistema judicial estatal, el pensamiento de Bakunin inspira la justicia campesina como un acto de resistencia y construcción de alternativas. Su visión de una sociedad sin jerarquías apoya la lucha de las comunidades campesinas por la autonomía, la redistribución de la tierra y la creación de sistemas de justicia que reflejen sus realidades. Además, su idea de federaciones comunitarias podría orientar esfuerzos para articular redes de justicia campesina en regiones afectadas por el conflicto, fortaleciendo la capacidad de las comunidades para enfrentar desafíos comunes.


Síntesis


El pensamiento filosófico de Mijaíl Bakunin se enmarca en las dinámicas de justicia campesina en Colombia como una práctica de autonomía, resistencia y cooperación comunitaria que desafía el Estado y el capitalismo. Su rechazo a la autoridad centralizada, su defensa de la autoorganización y su visión de una justicia emanada de la voluntad colectiva resuenan con los mecanismos de resolución de conflictos de las comunidades campesinas, como las asambleas y mediaciones, que priorizan la equidad y la cohesión social. En el contexto colombiano, la justicia campesina refleja el espíritu bakuninista al abordar conflictos por la tierra y la convivencia en un marco de pluralismo jurídico y resistencia a las estructuras opresivas. Sin embargo, su aplicación requiere adaptarse a las complejidades del conflicto armado, el colonialismo y la relación ambivalente de las comunidades con el Estado.


Jacques Marie Émile Lacan 


El pensamiento de Jacques Marie Émile Lacan (1901-1981), psicoanalista francés conocido por su reinterpretación de Freud a través de la lingüística, la filosofía estructuralista y la teoría del sujeto, es menos evidente en su aplicación directa a las dinámicas de justicia campesina en Colombia que los enfoques de pensadores como Marx o Bakunin, centrados en cuestiones socioeconómicas y políticas. Sin embargo, las ideas de Lacan sobre el orden simbólico, el deseo, la falta y la constitución del sujeto a través del lenguaje y las relaciones intersubjetivas pueden ofrecer una perspectiva novedosa para analizar las dinámicas psicosociales y culturales de la justicia campesina, entendida como un sistema comunitario de resolución de conflictos en contextos rurales colombianos. A continuación, se explora cómo el pensamiento lacaniano puede enmarcarse en estas dinámicas, considerando las particularidades del contexto colombiano.


El Orden Simbólico Y Las Normas De La Justicia Campesina


Lacan plantea en El Seminario 7: La ética del psicoanálisis (1959-1960) que el orden simbólico —el conjunto de normas, lenguajes y estructuras culturales que organizan la vida social— media las relaciones entre los sujetos y da sentido a sus acciones. En el contexto de la justicia campesina, este orden simbólico se manifiesta en las normas consuetudinarias, los valores comunitarios y las prácticas discursivas (como asambleas o mediaciones) que estructuran la resolución de conflictos en comunidades rurales colombianas.


La justicia campesina, como las conciliaciones en equidad o los círculos de diálogo en regiones como el Cauca o el Magdalena Medio, opera dentro de un sistema simbólico propio, distinto del derecho estatal. Estas prácticas están ancladas en un lenguaje comunitario que refleja la historia, la cultura y las necesidades de los campesinos, como la defensa de la tierra o la cohesión social frente al conflicto armado. Desde la perspectiva lacaniana, los sujetos (campesinos, mediadores, víctimas) se constituyen como tales a través de su participación en este orden simbólico, donde el acto de nombrar el conflicto, dialogar y llegar a acuerdos reafirma su lugar en la comunidad. La justicia campesina, en este sentido, no solo resuelve disputas, sino que refuerza la identidad colectiva al inscribir a los sujetos en un sistema de significados compartidos.


La Falta Y El Deseo En Los Conflictos Campesinos


Un concepto central en Lacan es la falta (manque), que surge porque el sujeto nunca puede alcanzar plenamente el objeto de su deseo (objet petit a), lo que genera una dinámica constante de búsqueda y conflicto. En El Seminario 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964), Lacan explica que el deseo está estructurado por la relación con el Otro (el orden simbólico, la comunidad, la autoridad). En el contexto de la justicia campesina, los conflictos —como disputas por tierras, recursos o convivencia— pueden interpretarse como expresiones de esta falta, donde las partes buscan satisfacer un deseo (reconocimiento, justicia, reparación) que nunca se cumple totalmente.


Por ejemplo, en un conflicto por límites territoriales entre campesinos, cada parte puede desear no solo la tierra, sino también el reconocimiento de su lugar en la comunidad (el Otro). La justicia campesina, al facilitar el diálogo y el acuerdo, no elimina la falta, pero ofrece una resolución simbólica que reorienta el deseo hacia la cohesión comunitaria. Desde la perspectiva lacaniana, los mediadores o líderes comunitarios actúan como figuras que encarnan temporalmente el Otro, guiando a las partes hacia una solución que, aunque imperfecta, permite sostener la estructura social. Este proceso refleja la ética lacaniana de no ceder ante el deseo, pero también de aceptar la imposibilidad de una justicia absoluta.


El Sujeto Y La Intersubjetividad En La Justicia Comunitaria


Lacan enfatiza que el sujeto no es autónomo, sino que se constituye en relación con los otros a través del lenguaje y el reconocimiento. En Escritos (1966), describe cómo el sujeto surge en el campo del Otro, dependiendo de las interacciones sociales para definirse. La justicia campesina, como práctica intersubjetiva, encarna este principio al involucrar a la comunidad entera en la resolución de conflictos, ya sea a través de asambleas, círculos de palabra o mediaciones colectivas.


En Colombia, donde las comunidades campesinas han enfrentado el desplazamiento forzado, la violencia y la exclusión, la justicia comunitaria fortalece los lazos intersubjetivos al permitir que los sujetos (víctimas, ofensores, mediadores) se reconozcan mutuamente. Por ejemplo, en procesos de reconciliación posconflicto, como los realizados en comunidades afectadas por el conflicto armado, la justicia campesina busca reparar el daño no solo material, sino también simbólico, restableciendo la confianza y el sentido de pertenencia. Desde el punto de vista lacaniano, este proceso reconfigura el lugar de los sujetos en el orden simbólico, ayudándolos a superar el trauma y la fragmentación causada por la violencia.


La Justicia Campesina Frente Al Gran Otro Estatal


Lacan utiliza el concepto del Gran Otro para referirse a las estructuras de autoridad (como el lenguaje, la ley o el Estado) que organizan la vida social, pero que también alienan al sujeto. En Colombia, el sistema judicial estatal puede verse como un Gran Otro que, desde la perspectiva de los campesinos, es distante, inaccesible y a menudo cómplice de las élites terratenientes o las empresas extractivas. La justicia campesina, en cambio, representa un orden simbólico alternativo, más próximo a las realidades rurales, que desafía la hegemonía del Gran Otro estatal.


En regiones como el Catatumbo o el Putumayo, donde el Estado ha sido históricamente débil o represivo, las comunidades campesinas han desarrollado sistemas de justicia propios para resolver conflictos sin recurrir al derecho estatal. Desde la perspectiva lacaniana, esta autonomía refleja una resistencia a la alienación impuesta por el Gran Otro, al tiempo que crea un espacio donde los campesinos pueden negociar sus deseos y conflictos dentro de un marco simbólico propio. Sin embargo, Lacan también advertiría que ningún orden simbólico es completo, y la justicia campesina, aunque emancipadora, sigue marcada por tensiones internas (como desigualdades de género o poder dentro de la comunidad).


El Trauma Y La Reparación En El Contexto Del Conflicto Armado


El pensamiento de Lacan sobre el trauma, desarrollado en El Seminario 23: El sinthome (1975-1976), sugiere que los eventos traumáticos (como la violencia o el desplazamiento) perturban el orden simbólico del sujeto, generando una ruptura que requiere ser elaborada simbólicamente. En Colombia, el conflicto armado ha dejado profundas heridas en las comunidades campesinas, incluyendo el despojo de tierras, la pérdida de seres queridos y la fragmentación social. La justicia campesina, al facilitar procesos de diálogo, reconciliación y reparación, puede interpretarse como un intento de rearticular el orden simbólico roto por el trauma.


Por ejemplo, en iniciativas de justicia restaurativa en comunidades posconflicto, como las realizadas en el marco de los Acuerdos de Paz (2016), los campesinos participan en círculos de palabra para narrar sus experiencias, reconocer el daño y acordar formas de reparación (como la devolución de tierras o la reconstrucción comunitaria). Desde la perspectiva lacaniana, estas prácticas permiten a los sujetos reinscribirse en el orden simbólico de la comunidad, transformando el trauma en un sinthome —un nudo que sostiene la subjetividad sin pretender eliminar la falta. La justicia campesina, en este sentido, no solo resuelve conflictos, sino que cumple una función terapéutica al reconfigurar las relaciones intersubjetivas.


Pluralismo Jurídico Y El Campo Del Otro


El pluralismo jurídico, que reconoce la coexistencia de sistemas normativos como la justicia campesina y el derecho estatal, puede analizarse a través del concepto lacaniano del campo del Otro. En Colombia, la Constitución de 1991 abrió espacio para los sistemas jurídicos propios, permitiendo que las comunidades campesinas legitimen sus prácticas de justicia. Sin embargo, esta coexistencia genera tensiones, ya que el derecho estatal (como Gran Otro) a menudo busca subordinar o regular los sistemas comunitarios.


Desde la perspectiva de Lacan, la justicia campesina opera en un campo del Otro alternativo, donde las normas y los discursos de la comunidad tienen prioridad sobre los del Estado. Este campo no está exento de contradicciones, ya que los sujetos campesinos deben navegar entre su orden simbólico local y las demandas del derecho estatal (por ejemplo, en casos de delitos graves que requieren intervención estatal). La justicia campesina, al negociar estas tensiones, refleja la dinámica lacaniana de articular el deseo dentro de un sistema simbólico complejo y fragmentado.


Limitaciones Y Contextualización


Aplicar el pensamiento de Lacan a la justicia campesina en Colombia presenta desafíos. Primero, Lacan se enfocó en el sujeto individual y las dinámicas psíquicas, no en fenómenos colectivos como la justicia comunitaria, lo que requiere una extrapolación cuidadosa. Segundo, su marco teórico, profundamente abstracto y centrado en contextos europeos, no aborda directamente las realidades poscoloniales, agrarias y marcadas por el conflicto armado de Colombia. Tercero, conceptos como la falta o el deseo pueden parecer distantes de las necesidades materiales de los campesinos, como la tierra o la seguridad, aunque ofrecen una lente para entender las dimensiones simbólicas y afectivas de la justicia.


Aun así, el enfoque lacaniano ilumina aspectos de la justicia campesina que otros marcos (como el marxista o el anarquista) podrían pasar por alto, como el papel del lenguaje, la intersubjetividad y el trauma en la construcción de sistemas normativos comunitarios. Su énfasis en el orden simbólico y la constitución del sujeto complementa los análisis estructurales al destacar cómo los campesinos elaboran significados y relaciones a través de sus prácticas de justicia.


Relevancia En El Contexto Actual


En el Colombia pos-Acuerdos de Paz, donde las comunidades campesinas enfrentan desafíos como la restitución de tierras, la reconciliación y la persistencia de la violencia, el pensamiento de Lacan ofrece una perspectiva para entender la justicia campesina como un proceso de reparación simbólica y social. Su enfoque en el trauma y la intersubjetividad resalta la importancia de las prácticas comunitarias para sanar las heridas del conflicto y fortalecer la identidad colectiva. Además, su crítica a las estructuras de autoridad (como el Gran Otro) apoya la autonomía de las comunidades campesinas para definir sus propias normas frente a un sistema judicial estatal a menudo distante o represivo.


Síntesis


El pensamiento de Jacques Lacan se enmarca en las dinámicas de justicia campesina en Colombia como un proceso que opera dentro de un orden simbólico alternativo, donde las comunidades rurales articulan normas, deseos y conflictos a través del lenguaje y la intersubjetividad. La justicia campesina, al resolver disputas mediante diálogos y acuerdos colectivos, reafirma la identidad de los sujetos y repara las rupturas causadas por el trauma del conflicto armado. Conceptos lacanianos como la falta, el deseo y el Gran Otro iluminan cómo estas prácticas negocian tensiones entre los sistemas normativos comunitarios y el derecho estatal, ofreciendo una vía para la autonomía y la cohesión social. Aunque abstracto, el marco lacaniano complementa otros enfoques al destacar las dimensiones simbólicas y afectivas de la justicia campesina, subrayando su papel en la construcción de un orden social significativo en contextos de marginalización y violencia.



Orlando Fals Borda


Orlando Fals Borda, sociólogo colombiano y pionero de la Investigación Acción Participativa (IAP), desarrolló un pensamiento profundamente ligado a las dinámicas sociales, políticas y culturales de las comunidades campesinas en Colombia, especialmente en contextos de desigualdad, conflicto y exclusión. Su enfoque sobre la justicia campesina no se articula como un concepto aislado en su obra, pero puede inferirse a través de su compromiso con la transformación social, el empoderamiento de los sectores populares y la crítica al derecho estatal como único sistema normativo. A continuación, se explica cómo su pensamiento se enmarca en las dinámicas de justicia campesina, considerando su trabajo sociológico, político y metodológico:


Contexto Y Compromiso Con El Campesinado


Fals Borda centró gran parte de su carrera en comprender y apoyar a las comunidades campesinas, reconociéndolas como sujetos activos de cambio social. En obras como Campesinos de los Andes (1955) y El hombre y la tierra en Boyacá (1957), analizó las transformaciones sociales y económicas del mundo rural, destacando los conflictos por la tierra, la minifundización y la marginalización de los campesinos frente a las élites. Su interés no era meramente académico; buscaba desafiar estereotipos que presentaban al campesino como "sub-humano" o "atávico", promoviendo una visión dignificadora de su capacidad para organizarse y generar soluciones propias.


Este enfoque conecta directamente con la justicia campesina, entendida como los mecanismos normativos y prácticas de resolución de conflictos desarrollados por comunidades rurales, a menudo al margen del Estado, para abordar disputas locales, como las relacionadas con la propiedad de la tierra o las relaciones comunitarias. Fals Borda veía en estas prácticas una resistencia al orden estatal, que históricamente ha favorecido a las élites y desatendido las necesidades campesinas.


Investigación Acción Participativa (IAP) Y Justicia Campesina


El desarrollo de la IAP por parte de Fals Borda es fundamental para entender su relación con la justicia campesina. Este método, consolidado en los años 70 a través de la Fundación La Rosca, proponía que las comunidades campesinas e indígenas no solo fueran objeto de estudio, sino protagonistas en la producción de conocimiento y en la acción transformadora. En Causa popular, ciencia popular (1972) y Historia doble de la Costa (1979-1986), Fals Borda documentó cómo los campesinos de la costa Caribe colombiana, especialmente en Córdoba, participaban en tomas de tierras y organizaban sus propias formas de regulación social frente a la ausencia del Estado o su complicidad con terratenientes.


La IAP fomentaba procesos donde los campesinos reflexionaban sobre sus problemas, como el acceso a la tierra o la violencia, y diseñaban soluciones colectivas. Estas soluciones a menudo incluían formas de justicia comunitaria, como asambleas o mediaciones, que reflejaban valores campesinos de equidad y solidaridad. Para Fals Borda, estas prácticas eran expresiones de un "derecho vivo" que emergía de la experiencia cotidiana, en contraposición al derecho estatal, percibido como colonial e impositivo. Así, la justicia campesina se convierte en un campo de acción donde las comunidades ejercen autonomía normativa, un principio central en su pensamiento.


Crítica Al Estado Y Pluralismo Jurídico


Fals Borda criticó la hegemonía del derecho estatal, que consideraba desconectado de las realidades rurales y al servicio de las élites. En La subversión en Colombia (1967) y Historia de la cuestión agraria en Colombia (1975), analizó cómo el Estado y las instituciones, como la Iglesia o la Policía, contribuyeron a la violencia y el desplazamiento en el campo, profundizando la exclusión de los campesinos. Esta crítica se alinea con el pluralismo jurídico, donde sistemas normativos campesinos, basados en costumbres y necesidades locales, coexisten y desafían el monopolio estatal.


En este sentido, la justicia campesina, como la practicada en asambleas comunitarias o por líderes locales, representa para Fals Borda una forma de resistencia y autodeterminación. Su apoyo a movimientos campesinos, como los de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), y su participación en tomas de tierras en los años 70, muestran su compromiso con estas prácticas como mecanismos de justicia social que trascienden el ámbito judicial para abordar desigualdades estructurales.


Justicia Campesina En El Contexto Del Conflicto Armado


Fals Borda también contextualizó la justicia campesina en las dinámicas del conflicto armado colombiano. En La violencia en Colombia (1962), coescrito con Germán Guzmán y Eduardo Umaña, documentó cómo la violencia de los años 50 generó desplazamientos masivos y desarticuló comunidades rurales, obligándolas a crear sistemas propios de regulación para sobrevivir. En zonas donde el Estado estaba ausente o era cómplice de la violencia, las comunidades campesinas desarrollaron formas de justicia para resolver disputas internas, protegerse de actores armados y mantener la cohesión social.


Aunque Fals Borda fue acusado de simpatizar con grupos guerrilleros como el M-19, su enfoque siempre priorizó la acción política no violenta y la organización comunitaria. Su trabajo con la Alianza Democrática M-19 en los años 90, tras la desmovilización del grupo, y su rol en la Constituyente de 1991, reflejan su interés en institucionalizar espacios para que las voces campesinas, incluidas sus prácticas de justicia, fueran reconocidas en el marco legal colombiano.


Dimensión Decolonial Y Justicia Campesina


El pensamiento de Fals Borda tiene una fuerte dimensión decolonial, que se refleja en su rechazo al colonialismo intelectual y su apuesta por un "conocimiento propio" generado por las comunidades. En Ciencia propia y colonialismo intelectual (1970), abogó por descolonizar las ciencias sociales, promoviendo metodologías como la IAP que valoraran el saber campesino. La justicia campesina, en este marco, es una expresión de ese conocimiento propio, ya que surge de las prácticas y valores de las comunidades rurales, desafiando los sistemas jurídicos impuestos por el Estado o las élites.


Por ejemplo, en su trabajo con comunidades de la costa Caribe, Fals Borda destacó cómo los campesinos resolvían conflictos a través de acuerdos colectivos que priorizaban la reparación del daño y la reconciliación, en lugar del castigo. Estas prácticas, profundamente arraigadas en la cultura local, contrastaban con el carácter punitivo del derecho estatal y reflejaban una visión de justicia más integral y comunitaria.


Relevancia En Las Dinámicas Actuales


El legado de Fals Borda en torno a la justicia campesina sigue siendo relevante en Colombia, donde las comunidades rurales continúan enfrentando desafíos como el acaparamiento de tierras, el desplazamiento y la exclusión del sistema judicial. Su énfasis en la autonomía, la participación y el pluralismo jurídico inspira iniciativas contemporáneas de justicia comunitaria, como los sistemas de mediación en comunidades indígenas y campesinas, y refuerza la necesidad de reconocer estos sistemas en el marco de la justicia transicional y los acuerdos de paz.


Síntesis


El pensamiento de Orlando Fals Borda se enmarca en las dinámicas de justicia campesina en Colombia como una práctica de resistencia, autodeterminación y transformación social. A través de la IAP, su crítica al Estado, su compromiso con el pluralismo jurídico y su enfoque decolonial, Fals Borda reconoció y promovió los sistemas normativos campesinos como mecanismos legítimos para resolver conflictos y abordar desigualdades. La justicia campesina, en su obra, no es solo un medio de resolución de disputas, sino una expresión de la capacidad de las comunidades rurales para construir un orden social más justo y equitativo, desafiando las estructuras de poder dominantes.


Camilo Alberto Borrero García



Camilo Alberto Borrero García, doctor en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, profesor titular y destacado académico en temas de derechos humanos, interculturalidad, decolonialidad y justicia étnica, ha contribuido significativamente al análisis de los sistemas jurídicos comunitarios en contextos multiculturales. Aunque no aborda explícitamente la justicia campesina como un concepto aislado en sus textos disponibles, su trabajo sobre justicia comunitaria, derechos multiculturales y procesos de paz en Colombia proporciona un marco para entender cómo su pensamiento se enmarca en las dinámicas de justicia campesina. A continuación, se articula su perspectiva en este contexto, integrando sus aportes sobre justicia comunitaria, interculturalidad y el proceso de paz territorial.


Justicia Comunitaria Como Base De La Justicia Campesina


Borrero García ha explorado cómo las comunidades, incluidas las campesinas, desarrollan mecanismos propios de resolución de conflictos ante las limitaciones del sistema judicial estatal. En su artículo La justicia en las comunidades barriales. Una aproximación a la construcción de lo público (2002), argumenta que el acceso a la justicia ha evolucionado en Colombia, pasando de depender exclusivamente de la administración estatal a incorporar prácticas comunitarias que responden a un "sentimiento de equidad" propio de las comunidades.


Aplicado al ámbito campesino, este enfoque sugiere que la justicia campesina emerge como una respuesta a la debilidad institucional del Estado en zonas rurales, donde las comunidades enfrentan conflictos relacionados con la tierra, el desplazamiento forzado o la convivencia. Borrero plantea preguntas clave sobre si estas comunidades deben basarse en la ley estatal o en sus propias nociones de justicia, lo que resuena con las prácticas de justicia campesina que priorizan normas consuetudinarias y acuerdos colectivos basados en valores locales. Para él, la justicia comunitaria, incluyendo la campesina, es un espacio de construcción de lo público, donde las comunidades ejercen autonomía y fortalecen su cohesión social.


Interculturalidad Y Pluralismo Jurídico


Como experto en interculturalidad y derechos étnicos, Borrero García aboga por un pluralismo jurídico que reconozca la coexistencia de sistemas normativos diversos, incluyendo los de comunidades campesinas. En su libro Derechos Multiculturales en Colombia: Una dogmática ambivalente (2014), analiza cómo el derecho estatal en Colombia ha intentado incorporar la diversidad cultural, pero a menudo de manera inconsistente, generando tensiones con los sistemas jurídicos de comunidades étnicas y, por extensión, campesinas.


En el contexto campesino, su pensamiento destaca la importancia de reconocer las prácticas de justicia propias de estas comunidades, que suelen basarse en la mediación, el diálogo y la reparación, en lugar del enfoque punitivo del derecho estatal. La justicia campesina, desde esta perspectiva, es una expresión de pluralismo jurídico que desafía la hegemonía estatal y responde a las necesidades específicas de las comunidades rurales, marcadas por la exclusión, la violencia y la lucha por la tierra. Borrero sugiere que estas prácticas deben ser legitimadas y articuladas con el sistema estatal para garantizar un acceso equitativo a la justicia.


Justicia Campesina En El Contexto Del Proceso De Paz


Borrero García, en su rol como coordinador científico del Instituto Colombo-Alemán para la Paz (CAPAZ) y miembro del Centro de Pensamiento y Seguimiento a los Diálogos de Paz de la Universidad Nacional, ha enfatizado la necesidad de estructuras de justicia comunitarias para consolidar la paz territorial en Colombia. En una entrevista con El Espectador (2017), señaló que los problemas agrarios, derivados de la guerra y la expropiación de tierras, requieren "estructuras de justicia mucho más comunitarias ante la debilidad de la oferta institucional".


Este planteamiento es central para la justicia campesina, ya que las comunidades rurales han sido las principales víctimas del conflicto armado, enfrentando desplazamiento, despojo de tierras y la imposición de normas por actores armados ilegales. Borrero propone que la justicia campesina puede llenar los vacíos dejados por el Estado, reemplazando las lógicas de violencia con prácticas de resolución de conflictos basadas en la participación comunitaria. Su trabajo con CAPAZ, que incluye proyectos de desarrollo agrario y fortalecimiento de la sociedad civil, sugiere que la justicia campesina no solo resuelve disputas, sino que contribuye a la reconstrucción del tejido social y a la implementación de los Acuerdos de Paz en territorios campesinos.


Dimensión Decolonial Y Derechos Humanos


El enfoque decolonial de Borrero García, evidente en su interés por los procesos de afirmación identitaria y la crítica a las estructuras jurídicas coloniales, también se conecta con la justicia campesina. En textos como Multiculturalismo y Derechos Indígenas (2003), argumenta que las comunidades marginadas, incluidas las campesinas, han desarrollado sistemas normativos que reflejan sus identidades y resisten la imposición del derecho estatal, often al servicio de élites.


En el caso campesino, esto implica reconocer la justicia campesina como una práctica de resistencia que reivindica la autonomía y los derechos humanos de estas comunidades, particularmente en relación con la tierra y la convivencia. Borrero ve en estas prácticas un potencial transformador para abordar desigualdades estructurales, como las derivadas del latifundio o el extractivismo, que afectan a los campesinos.


Crítica A Las Limitaciones Institucionales


Borrero García reconoce que el sistema judicial estatal en Colombia es a menudo inaccesible, lento y desconectado de las realidades rurales, lo que refuerza la relevancia de la justicia campesina. En su artículo La justicia comunitaria ¿peón de sacrificio torre de marfil? (2006), reflexiona sobre los desafíos de integrar la justicia comunitaria en el sistema estatal sin que pierda su esencia. Para las comunidades campesinas, esto implica que sus sistemas de justicia, como asambleas o mediaciones lideradas por autoridades locales, deben ser fortalecidos y respetados, evitando que sean subordinados o absorbidos por el derecho estatal.


Relevancia En Las Dinámicas Actuales


El pensamiento de Borrero García es particularmente relevante en el contexto pos-Acuerdos de Paz (2016), donde la justicia campesina juega un papel crucial en la implementación de la Reforma Rural Integral y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Su énfasis en la territorialidad de la paz y la participación comunitaria sugiere que la justicia campesina puede ser un pilar para la reconciliación en zonas rurales, donde las comunidades buscan recuperar tierras, resolver conflictos internos y construir gobernanza local.


Síntesis


El pensamiento de Camilo Alberto Borrero García se enmarca en las dinámicas de justicia campesina en Colombia como una práctica de justicia comunitaria que responde a las necesidades de las comunidades rurales frente a la exclusión, la violencia y la debilidad del Estado. A través de su defensa del pluralismo jurídico, la interculturalidad y la justicia territorial, Borrero destaca la legitimidad de los sistemas normativos campesinos, que priorizan la equidad, la participación y la reparación. Su trabajo conecta la justicia campesina con la construcción de paz, la resistencia decolonial y la defensa de los derechos humanos, proponiendo que estas prácticas no solo resuelven conflictos, sino que fortalecen la autonomía y el tejido social en contextos de desigualdad estructural.


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